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Cuando se come de más ante situaciones que se perciben costosas y que demandan un esfuerzo sobrevalorado de energía, el cuerpo tiende a buscar una respuesta de afrontamiento que permita recuperar el estado de tranquilidad y bienestar que tenía anteriormente al evento determinado. Para encontrar esos estados, se tiende a buscar la acción y en estos casos, el alimento como la fuente principal de energía por medio de alimentos, valga la redundancia, ricos por ejemplo, en hidrato de carbono, los cuales funcionan como una “inyección” extra de energía que el cuerpo necesita para poder continuar.
Como si se tratara de un condicionamiento clásico, esta acción al ser la más sencilla y la más reforzada, de repente al brindar un estado de placer y satisfacción completo, tiende a ser la más buscada a la hora querer brindar un estímulo diferente a la experiencia de la ansiedad.
Teniendo en cuenta lo anterior, se puede optar por un objetivo principal que, seguido de unas estrategias, se podría perseguir. El objetivo en este caso, no será dejar de comer sino cambiar el estímulo adquirido. Y aunque suene cliché, fácil o sencillo de alcanzar, es importante seguir una serie de pasos para lograrlo.
Disminuir gradualmente la ingesta del alimento, será determinante en estos casos. Eliminar bruscamente un alimento que genera satisfacción, sólo dejará mayor frustración y sensación de vacío, por lo cuál se puede tender a continuar buscando el reforzador que neutralice el bienestar.
Seguido a ello, si la situación se vuelve compleja, será importante poner un ¡Alto! a los pensamientos que se desbordan. Por medio de una técnica sencilla de respiración, se puede lograr.
En segundo lugar, es importante comenzar a entender el por qué se tiende a buscar el alimento, como fuente de satisfacción; identificar si realmente hacerlo, disminuye la ansiedad o si por el contrario genera más ansiedad. Una vez identificada esta información, el paso a seguir será dejarle un espacio a la duda ¿por qué tengo ansiedad realmente? ¿En qué momentos sucede? ¿Es justo después cuando me pongo a comer? ¿He llegado hasta el punto de tener algún ataque de ansiedad? ¿Qué pasa si en lugar de comer, mejor escribo mi sentir? ¿Qué pasa si en lugar de comer, mejor hablo con alguien sobre cómo me siento? ¿Qué pasa si en lugar de comer, mejor me doy un espacio para aclarar mi mente y voy a un parque?.
Finalmente, se podría optar por pensar en, por ejemplo el agua, como fuente de energía para cambiar el estímulo adquirido y optar por otro más saludable, que al igual que con la comida, al ser reforzado, pronto comienza a ser condicionante.