A partir del cuarto mes de vida, el bebé puede iniciar la alimentación complementaria. Generalmente, comienza con la papilla de frutas por la tarde, que corresponderá a una merienda con un aporte de vitaminas naturales y fibra que son importantes para la salud del niño. Durante este periodo, se deben ir introduciendo con prudencia, alimentos no lácteos, que deben ser preparados de forma adecuada en consistencia y cantidad para no alterar el ritmo de maduración digestiva y renal del bebé, así como el progresivo desarrollo neuromuscular. Esta etapa es propicia para favorecer el paso de la succión a la cuchara, lo que permitirá saborear mejor el alimento, y cambiar la textura, de líquido a triturado, y cuando ya tenga dientes a los trocitos. Las pautas de alimentación del bebé se deben de adaptar a la capacidad digestiva y al estado de desarrollo fisiológico y neuromotor, haciendo paulatina la introducción de nuevos alimentos. La capacidad gástrica del recién nacido es de 10 a 20 mililitros (ml) y aumenta durante el transcurso de su primer año hasta los 200 ml, lo que va a permitir que el niño tenga comidas más abundantes y menos frecuentes. 1. Los cereales. Se pueden empezar a introducir en la alimentación del bebé a partir de los 4-6 meses, pero nunca antes de los cuatro. Al principio, se deben escoger los cereales sin gluten (arroz y maíz) para evitar sensibilizaciones e intolerancias a esta proteína (trigo, avena, centeno y cebada contienen gluten). A partir de los 7-8 meses, siguiendo las recomendaciones del pediatra, se pueden mezclar. Los cereales constituyen una fuente de energía y aportan proteínas, minerales, vitaminas (Tiamina, especialmente), ácidos grasos esenciales e hidratos de carbono de absorción lenta a la dieta del bebé, por lo que permiten un mayor distanciamiento entre las tomas. Para preparar las papillas se puede usar la leche habitual y añadir el cereal necesario, manteniendo así el aporte mínimo de 500 centímetros cúbicos de leche diarios. Son menos recomendables los preparados que contienen de origen, cereales y leche, y se preparan con agua, ya que es más difícil calcular la cantidad de leche usada. 2. Las frutas. A partir de los 4-6 meses, es recomendable la introducción de las papillas de frutas en la dieta del bebé por su aporte vitamínico. Nunca deben sustituir a una toma de leche, sino complementarla. Para su preparación, se deben emplear frutas variadas (naranja, manzana y pera) al principio, y después ir introduciendo una a una, el plátano, la uva o la ciruela, para educar el gusto. Otras como el melocotón y la fresa, deben evitarse por ser más alergénicas y retrasarse hasta que el bebé cumple un año. Aunque primero suelen introducirse los cereales, y después las frutas, puede hacerse al revés, primero la fruta y después los cereales. Nunca deben endulzarse las papillas con azúcar y es importante no añadir galletas hasta después de los 7 meses, ya que éstas contienen gluten. Papillas saladas para los bebés A partir de los 6 meses, es posible ofrecer al bebé su primera primera papilla salada, que consistirá en un puré de verduras con pollo. Se inicia con 60-70 gramos de pollo para ir aumentando en los siguientes días hasta los 100-120 gramos.