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Generalmente se recomienda evitar los tacones a partir del segundo trimestre y hasta que finaliza el embarazo. Cuando se usan tacones, la postura cambia ligeramente, ejerciendo más presión en la espalda y en las articulaciones de la rodilla y el tobillo, algo contraproducente debido al peso que se gana durante el embarazo. Además, el centro de gravedad de la mujer también cambia durante los últimos dos trimestres y ello puede representar un riesgo potencial de caídas o lesiones.
Al no tratarse de una prohibición total pueden llegar a usarse, especialmente en el primer trimestre, si se tienen consideraciones como:
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