La infertilidad se define normalmente como la incapacidad de lograr un embarazo luego de un año de coito sin protección. Si has estado intentando concebir durante 5 años, debes considerar acudir a consulta con un médico, preferiblemente ginecólogo para realizar una evaluación de infertilidad.
Si usted y su pareja no han podido tener un hijo, usted no está sola. Al menos una de cada siete parejas tiene problemas para concebir. Durante este periodo, es normal tener sentimientos de frustración, celos, enojo y estrés. Sin embargo, una vez que comience a explorar sus alternativas médicas, verá que los tratamientos para la fertilidad ofrecen más esperanza que nunca de lograr un embarazo exitoso. La gran mayoría de las pacientes que buscan atención de un especialista en fertilidad logran su objetivo de quedar embarazadas.
Aproximadamente en un 40% de los casos la causa es masculina y en otro 40% femenina. En el 20% restante o bien están implicados ambos, hombre y mujer, o bien no es posible encontrar la causa. De allí la importancia de acudir en pareja a esta revisión y no solo establecer que es secundario a problemas en la mujer. Entre las posibles causas están:
Trastornos de fertilidad femeninos:
• Trastorno de la maduración del óvulo.
• Ausencia de ovulación.
• Infertilidad debida a un problema en las trompas de Falopio, por ejemplo como consecuencia de una infección por clamidias.
• Endometriosis (crecimiento de la mucosa uterina fuera del útero).
• Cierre del cuello uterino por un tapón mucoso que, debido a infecciones o a trastornos hormonales, no se deshace durante la ovulación.
• Miomas (tumores benignos) en el útero.
• Anticuerpos contra óvulos o espermatozoides.
• Trastornos hormonales (por ejemplo, una sobreproducción de la hormona prolactina o un mal funcionamiento del tiroides).
• Malformaciones orgánicas congénitas de los ovarios, las trompas o el útero.
• Tendencia a sufrir la formación repetida de quistes.
Trastornos de fertilidad masculinos:
• El diagnóstico más frecuente: la cantidad de espermatozoides es escasa, su movilidad reducida y su aspecto anormal.
• Cierre de los conductos espermáticos, por ejemplo, por una infección por clamidias.
• Varices en el escroto.
• Lesiones en los testículos (por ejemplo, por un accidente).
• Anticuerpos espermáticos.
• Un testículo alto no corregido a tiempo en la infancia.
• Haber recibido quimioterapia.
• Anomalías cromosómicas (por ejemplo, el síndrome de Klinefelter, que consiste en tener un cromosoma X de más).
• Trastornos circulatorios.
• Diabetes.
• Anomalías en los conductos espermáticos (a menudo en hombres con fibrosis quística).
• Raras veces: impotencia, trastornos de la erección y/o de la eyaculación.
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