La droga conocida como LSD (dietilamida de ácido lisérgico) es un alucinógeno que puede ocasionar que la persona que lo consume perciba la realidad de manera distorcionada, pudiendo ser un peligro para si mismo y las personas que están a su alrededor. Las personas que consumen LSD pueden experimentar aumento en la presión arterial, mareos, sequedad bucal, sudoración, nauseas, entumecimiento y temblores. Su uso prolongado se ha asociado a una entidad conocida como "trastorno perceptivo persistente por alucinógenos" que significa recurrencia de episodios psicóticos que continúan presentándose aún cuando la persona ya no consume la droga, es decir, la persona pierde por momentos la capacidad de discernir entre la realidad y la ficción, presentando dificultades para pensar correctamente y comunicarse, afectando a si su capacidad para realizar labores cotidianas y llevar una vida normal, lo cual indica que el uso de esta droga tiene la capacidad para deteriorar el sistema nervioso.