La causa es de origen genético: en una enfermedad autoinmune el sistema inmune confunde el tejido propio con tejido extraño y lo ataca. Eso lo hace obedeciendo a un dictamen genético de confusión antigénica (identificación de moléculas con capacidad de activar una respuesta inmune). Esta misma alteración genética puede ocasionar que en la médula ósea las células madre no se diferencien en linfocitos CD4 pero sí en otro tipo de células blancas.