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Una enfermedad mental se puede manifestar de diferentes maneras posibles, sin embargo, se puede reconocer desde tres perspectivas: a nivel físico (cuando experimentamos ese dolor de cabeza, de espalda, de cuello, ese malestar general, etc.). Psicológico (cuando no tenemos control sobre nuestras emociones y pensamientos y de repente esto resulta frustrante por no tener la capacidad de dar un manejo óptimo a ciertas emociones y sentimientos. También, se evidencia ante la falta de concentración, o el permanecer tristes y/o enojados la mayor parte del día durante por lo menos 2 semanas continuas, cuando el rendimiento laboral y/o académico ha bajado). Y, social (cuando sentimos que el ambiente en el que nos desenvolvemos, nos predispone, no lo toleramos con facilidad, nos irritamos por cualquier situación o, tendemos a evitarlo a cualquier costa. Cuando no disfrutamos las cosas que antes si se disfrutaban. Cuando, a pesar de que antes se hacía con regularidad, ya no frecuentamos salidas con amigos, familia o compañeros.).
Contrario a lo anterior, podríamos entenderlo también, desde la capacidad que tiene cada uno, para explotar plenamente sus capacidades. La posibilidad de ejercer control sobre el ambiente en el que se desenvuelve y, en la autonomía que permite la identificación, evaluación y afrontamiento de problemas de la vida cotidiana, sin esfuerzo alguno.