La pasión por algún deporte (fútbol, baloncesto, tenis) hace vivir los encuentros deportivos con alta intensidad aumentando la secreción de catecolaminas (adrenalina) y otras sustancias estimulantes generando así mayor concentración, euforia y hasta taquicardia. El cortisol se libera en ciertas cantidades durante este momento, sin embrago la testosterona no se aumenta considerablemente.