Esa es una costumbre muy popular y desde el punto de vista científico sí hay una explicación para hacerlo. Resulta que hay ciertas condiciones que favorecen la aparición de “granos” o “barros grandes” en algunas partes del cuerpo, donde pueda haber folículos pilosos y algún tipo de fricción (como en cuero cabelludo, barba, axilas, ingle y zona glútea). Varias condiciones similares se conocen como foliculosis, forunculosis o carbuncos y son frecuentes en la zona glútea donde uno se apoya al sentarse.
Entonces existen ciertos factores que favorecen la aparición de estas lesiones tales como el calor, la humedad, el sudor, la ropa muy ajustada, ropa o prendas plásticas o de caucho contra la piel, peladuras previas y la fricción. Viendo estos factores que facilitan la aparición del problema, podemos sospechar que si uno se sienta en una silla caliente, es probable que tienda a acalorar la zona glútea más de lo normal, incluso favoreciendo la sudoración. Si a esto le sumamos que las partes donde nos apoyamos al sentarnos son zonas con alta fricción y sujetas a posibles rupturas o lesiones microscópicas de la piel y el uso de ropa ajustada, pues tenemos la explicación de por qué esperar a que se enfríe un poco el asiento antes de usarlo.
Seguramente la gente ha notado esta relación de eventos con la aparición de infecciones de este tipo y por eso se popularizó el comportamiento. De todas maneras la bacteria que provoca la infección se encuentra desde antes (casi siempre) en nuestra piel y no en el asiento.
Aunque sí hay casos en los que el contacto directo de la piel con una superficie o persona infectada puede facilitar el problema, no son los más frecuentes.