Cuando el juego afecta sus relaciones personales, interfiere con sus responsabilidades, cuando la persona empieza a dejar de cumplir con las obligaciones por jugar, cuando se tiene la concepción de que está pasando por una mala racha y que va a mejorar. Si presenta algún síntoma de los anteriores es recomendable que sea valorado por el psiquiatra, el cual es el encargado de tratar este tipo de alteraciones.