SI tras un año de relaciones sexuales sin protección no se ha logrado el embarazo, lo ideal es acudir a consulta de infertilidad, para evaluar las diferentes causas que pueden estar relacionados con la falta de fecundación.
La infertilidad se define normalmente como la incapacidad de lograr un embarazo luego de un año de coito sin protección.
Si usted y su pareja no han podido tener un hijo, usted no está sola. Al menos una de cada siete parejas tiene problemas para concebir. Durante este periodo, es normal tener sentimientos de frustración, celos, enojo y estrés. Sin embargo, una vez que comience a explorar sus alternativas médicas, verá que los tratamientos para la fertilidad ofrecen más esperanza que nunca de lograr un embarazo exitoso. La gran mayoría de las pacientes que buscan atención de un especialista en fertilidad logran su objetivo de quedar embarazadas.
Aproximadamente en un 40% de los casos la causa es masculina y en otro 40% femenina. En el 20% restante o bien están implicados ambos, hombre y mujer, o bien no es posible encontrar la causa. De allí la importancia de acudir en pareja a esta revisión y no solo establecer que es secundario a problemas en la mujer. Entre las posibles causas están:
Trastornos de fertilidad femeninos:
• Trastorno de la maduración del óvulo (causa frecuente: insuficiencia luteínica o del cuerpo amarillo).
• Ausencia de ovulación.
• Infertilidad debida a un problema en las trompas de Falopio,
• Endometriosis (crecimiento de la mucosa uterina fuera del útero).
• Cierre del cuello uterino por un tapón mucoso que, debido a infecciones o a trastornos hormonales, no se deshace durante la ovulación.
• Miomas (tumores benignos) en el útero.
• Anticuerpos contra óvulos o espermatozoides.
• Trastornos hormonales (por ejemplo, una sobreproducción de la hormona prolactina o un mal funcionamiento del tiroides).
Trastornos de fertilidad masculinos:
• El diagnóstico más frecuente: la cantidad de espermatozoides es escasa, su movilidad reducida y su aspecto anormal.
• Varices en el escroto.
• Lesiones en los testículos (por ejemplo, por un accidente).
• Haber recibido quimioterapia.
• Trastornos circulatorios.
• Diabetes.
• Anomalías en los conductos espermáticos (a menudo en hombres con fibrosis quística).
• Raras veces: impotencia, trastornos de la erección y/o de la eyaculación.
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