Clínicamente hablando, una de las diferencias fundamentales es que el paciente al tener una infección renal presenta fiebre de 39°C o más. Sin embargo por lo demás pueden ser muy similares, dado que ambos cursan con dolor lumbar, alteraciones en la orina ( con incluso sangrado) y malestar general. El resto de diferencias se pueden valorar mediante los exámenes adicionales que se soliciten, tales como parcial de orina o ecografia renal.