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Lo que ocurría en la antigüedad es que no se contaba con un registro de mortalidad materna, por lo que si moría una mujer en embarazo o en el parto, no se realizaba el estudio de la causa de la muerte, por lo que, anteriormente, era frecuente que las mujeres con embarazos de alto riesgo, murieran durante el parto (o posterior a él) por pérdida excesiva de sangre. Este suceso aumentó considerablemente con el paso del tiempo y la comunidad científica decidió tomarlo como una alerta sanitaria, y se empezaron a desarrollar estrategias y técnicas para estudiar las principales causas de mortalidad en la mujer en parto o en postparto, descubriendo que ésta era el sangrado uterino, y se dieron cuenta que el sangrado se debía a que, durante el parto, el útero perdía su tono habitual (atonía uterina) y esto ocurría en la mayoría de los casos de sangrado. Así, años después, la atonía uterina ha sido tema de investigació profunda, con el fin de seguir evitando, al máximo, las muertes maternas.
Existen algunos factores de riesgo para sufrir de atonía uterina durante el parto, dentro de las que se incluyen multiparidad, historia de cesárea previa, trabajo de parto muy largo, macrosomía fetal (bebé muy grande que distiende el útero), entre otros.
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