El color de la piel está regulado -entre otras cosas- por el flujo sanguíneo que llega a la zona en particular y este a su vez por el sistema nervioso autónomo. Es normal que ante el calor o la emoción se dilaten los vasos sanguíneos y las mejillas se tornen ligeramente rosadas.
En ocasiones existe un mal control de este sistema regulatorio y esa es la causa del enrojecimiento constante o la sudoración excesiva.