Usualmente el ser humano tiene una regulación muy estrecha en la cantidad de líquidos y electrolitos que hay en el organismo, para permitir un balance constante. Cuando la ingesta de líquido es reducida, aumenta la absorción de agua en el riñón disminuyendo el volumen de agua que se va a eliminar por la orina. Esto puede predisponer a la formación de cálculos renales y -en algunos casos- infecciones de las vías urinarias.
A nivel gastrointestinal el volumen de agua que se absorbe aumenta, permitiendo que el bolo fecal aumente en consistencia y en algunos casos sea difícil de eliminar, predisponiendo a la constipación.