El espasmo hemifacial es un trastorno del sistema nervioso en el cual los músculos de un lado de la cara se mueven de forma involuntaria sin producir dolor. Dentro de las causas establecidas se ha encontrado como anomalía un vaso sanguíneo que toca un nervio facial.
El nervio facial se encarga del movimiento de los músculos faciales, además estimula las glándulas salivales y lagrimales y le permite a los dos tercios anteriores de la lengua detectar sabores. Por ende si este nervio se altera se ve afectada la simetría facial con los movimientos. También se han encontrado lesiones nerviosas diferentes a la ya mencionada, presencia de tumores o hay ocasiones en dónde no se ha determinado una causa. Para diagnósticarlo es necesario realizar un examen físico completo haciendo énfasis en la parte neurológica buscando los signos del espasmo hemifacial. Es posible que sean necesario el diagnóstico por imágenes como la resonancia magnética que puede ser simple sin contraste o se puede usar un medio de contraste para visualizar de modo detallado los vasos de la cabeza y así encontrar la anomalía. Este tipo de espasmo afecta a hombres y mujeres, pero es más frecuente en el sexo femenino, sobre todo, en edades medianas y avanzadas. Es importante determinar el movimiento anormal dónde los músculos de un lado de la cara presentan contracciones involuntarias. En ocasiones los movimientos inician solamente con el párpado y luego se extienden hacia la mejilla y la boca. Las contracciones son intermitentes al principio, pero después se vuelven casi constantes e incomodan al paciente, así no sean dolorosas, puede afectar su autoestima. La toxina botulínica es el fármaco de elección para el manejo del espasmo hemifacial. Esta toxina se inyecta en los músculos afectados y al ser paralizados no van a verse afectados por el movimiento anormal estimulado por el nervio afectado. También puede recetarse medicamentos como carbamazepina, gabapentina, fenitoína, baclofeno y antidepresivos tricíclicos. Pero la mayoría no son tan efectivos como la toxina. En el caso en que el tratamiento farmacológico no tenga éxito, se realiza una intervención quirúrgica para separar la arteria anómala del nervio mediante la colocación de una pequeña esponja entre ambos, procedimiento llamado descompresión nerviosa.