El deterioro cognitivo leve se reconoce como una condición patológica, no como un proceso normal asociado a la edad, y se utiliza específicamente para referirse a un grupo de individuos que presentan cierto grado de déficit cognitivo (con alteración o no de la memoria, lenguaje, razonamiento, orientación espacial, reconocimiento facial) cuya severidad resulta insuficiente para cumplir criterios de demencia ya que no presentan un compromiso esencial en las actividades de la vida diaria. Los cambios a nivel cognitivo pueden ser atribuidos a múltiples factores vinculados al envejecimiento, que pueden considerarse extrínsecos, tales como enfermedades edad-dependientes con repercusión cerebral (enfermedad cerebrovascular, hipertensión, diabetes, endocrinopatías), patología psiquiátrica, aislamiento sociocultural, alteraciones sensoriales y el propio proceso de envejecimiento. Dentro de los criterios diagnósticos de deterioro cognitivo leve: 1. Quejas de fallos de memoria, preferiblemente corroboradas por un informador fiable. 2. Rendimiento cognitivo general normal. 3. Evidencia objetiva de defectos de memoria inferior en relación a la media de su edad. 4. Ausencia de defectos funcionales relevantes en actividades de la vida diaria. 5. Ausencia de criterios diagnósticos de demencia. El deterioro cognitivo leve se clasifica en amnésico o no amnésico (dependiendo de la presencia o no de alteraciones de la memoria).